Wi Fi a bordo

En 1973 el consorcio «Metrolima» elaboró un estudio de factibilidad del que habría sido el «Sistema de Transporte Rápido Masivo de Pasajeros en el Área Metropolitana de Lima-Callao«. Lamentablemente, la crisis económica en la que se sumergió el Perú en las postrimeras del gobierno de Velasco impidió encontrar financiamiento para este proyecto (aproximadamente US$ 317 millones de la época) y como tantos otros propósitos en este país, terminó por archivarse.

El Metrolima contemplaba un total de cuatro (4) líneas de tren subterráneo. La primera desde Comas hasta la avenida México con Paseo de la República, donde se convertía en un tren de superficie, atravesaba la Panamericana Sur por Atocongo (donde se suponía terminaría el «Zanjón» de Bedoya) hasta su estación final en San Juan de Miraflores. La segunda línea, desde Aviación con Javier Prado hasta Faucett. La tercera, desde el Rímac hasta la Residencial San Felipe en Javier Prado. La cuarta, del Mercado Mayorista de La Victoria hasta Faucett.

Que el gobierno militar no fuera capaz de dotar a la ciudad de Lima de un medio de transporte subterráneo tuvo las consecuencias que hoy todos soportamos. Una ciudad atascada a toda hora, todo el tiempo, todos los días. Los limeños nos enfrascamos diariamente en un espeso mar de taxis, combis, buses de todos los años y tamaños y en algunos lugares de la ciudad sufrimos a los mototaxis, en lo que viene a ser un inequívoco síntoma de calcutización de la ciudad.

Treinta y cinco años después del último proyecto serio de un tren subterráneo para Lima se vienen implementando dos iniciativas que podrían solucionar en algo el problema del tránsito en la ciudad. Comprenderán los que viven en estas tierras que me estoy refiriendo a los proyectos de El Tren Eléctrico (TE) y al Metropolitano.

El TE es heredero directo del Metrolima. Empezó a construirse en 1986, durante el primer gobierno de Alan García bajo el esquema de un viaducto elevado. Sin embargo, la falta de dinero y la improvisación lo pusieron a dormir por varios lustros. Luego del reinicio de los trabajos, se supone que se concluirá en el 2011. La primera etapa del TE irá desde Villa El Salvador hasta la Avenida Grau, donde se interconectará con la Estación Central del Metropolitano.

El Metropolitano es la otra gran obra de transporte público masivo que viene implementándose en la ciudad, pero a diferencia del TE, el Metropolitano corre por cuenta de la Municipalidad Metropolitana de Lima. Consiste en un sistema de buses que transita a través de un corredor segregado por algunas vías importantes de la ciudad. Su construcción se inició en el año 2006, terminará quién sabe cuando, y consta de dos tramos. El Corredor Sur desde la Estación Central a Matellini en Chorrillos y el Corredor Norte desde la Estación Central a El Naranjal en Comas.

Ya veremos cómo funcionan. Un aspecto que podría estudiarse respecto de estos dos sistemas de transporte es la posibilidad de dotarlos de algún nivel de conectividad a Internet. Somos conscientes que no es posible exigir a los destartalados buses y combis un avance de desta naturaleza, algunos si apenas funcionan, pero el TE o el Metropolitano podrían tener acceso a Internet.

No sería la primera ciudad en contar con estas modernidades. El Ayuntamiento de Madrid  anunció recientemente que una parte de su flota de buses ya dispone de la infraestructura necesaria para proporcionar acceso a Internet vía WI-Fi. Asimismo, desde julio del año pasado el proveedor de servicios de transporte público SBS Transit de Singapur, introdujo conectividad a Internet en varios de sus vehículos. El acceso está disponible para cualquier pasajero con un dispositivo con conexión Wi-Fi sin la necesidad de obtener una clave de autenticación.

Para concretar esta iniciativa, los encargados de gestionar tanto el TE como el Metropolitano tendrían que explorar las siguientes alternativas. La primera, permitir que una empresa concesionaria de telecomunicaciones establecida brinde acceso. En este caso los encargados de la administración no tendrían que gestionar ningún tipo de licencia o título habilitante. Otra alternativa, es la de constituirse en un ISP y brindar ellos mismos el servicio de acceso a Internet. Para ello es necesario contar con un Registro de Valor Añadido —el cual no es muy difícil de obtener-, ante el Ministerio de Transportes y Comunicaciones. Finalmente, podrían comercializar los servicios de un operador establecido, para lo cual habrían inscribirse en el Registro de Empresas Comercializadores de Servicios de Telecomunicaciones también ante el Ministerio. Estos dos últimos modelos tienen el inconveniente que las administraciones, tanto del TE como del Metropolitano, serían responsables por la calidad e idoneidad de los servicios ofrecidos ante OSIPTEL y sus usuarios.

Otro aspecto a debatir es cuál sería el modelo de negocio. Si es a través de un acceso gratuito, es decir, pagado por todos los usuarios del servicio de transporte o financiado con la venta de tarjetas con las claves de autenticación. Si el servicio es gratuito y las administraciones son privadas, nos encontramos bajo el modelo Blockbuster (Starbucks sin laptops) y si la titular es una empresa pública el modelo es el de Carmen de la Legua (Carmen de la Legua-Reynoso y su acceso libre a Internet). En el primer caso no encontramos mayores inconvenientes; en el segundo, los problemas a la libre competencia y competencia desleal que ya indicamos en su oportunidad.

¿Dónde hay un teléfono público?

Hace un par de semanas estuve por Madrid. Un día quedé en visitar temprano a quien había incentivado mi viaje. Como yo andaba alojado en casa de mi prima en la calle Mesón de Paredes en el madrileñísimo barrio de Lavapiés, opté -como es lógico- por emplear el magnífico sistema de Metro de la ciudad. Así que me metí en las fauces del Metro por la boca de Conde de Romanones en la estación de Tirso de Molina de la Línea 1, hice un cambio en la estación de Chamartín donde cogí la Línea 10 con dirección al Hospital Infanta Sofía, trasbordo obligado en la estación de Tres Olivos y abajo en Las Tablas.

Raro en mí -la verdad no tanto- llegaba tarde. Creo que el cambio de horario me estaba pasando todavía factura.  Así que después de caminar unos diez minutos desde la salida de la boca del Metro llegué a mi destino. El primer problema vino cuando vi el comunicador del edificio. ¿Cuál era el departamento? No sabía o no me acordaba del número. Aparecía al lado del comunicador una lista de bloques A, B, C, D y una serie de números desde el 101 hasta el 616. La primera opción preguntar al portero. Esfuerzo vano, no me supo dar razón. Pasemos al plan B, toco cada uno de los departamentos y seguro que pronto doy con el departamento que quiero. Pero me apiadé de los moradores de aquellos edificios, decidí descartar esta opción para pasar a mi más civilizado plan C. 

El plan C no era otra cosa que buscar un teléfono público, comunicarme con quien quería visitar con tanto ahínco y al mismo tiempo que me disculpaba por la tardanza obtener la información que necesitaba. Así que ingenuo yo puse manos -en realidad pies- a la obra buscando el dichoso teléfono. No olvidemos que nos encontramos en los alrededores de la estación de la Línea 10 de Las Tablas.

Vi unas tiendas de flores y de víveres frente al edificio donde me encontraba, así que fui a por ellos. Nada, no tenían teléfono. – En un bar, me advirtieron. Un bar, cosa fácil, Madrid está lleno de bares y el barrio no era la excepción. Así que a preguntar por los bares de la localidad. Subí por la Avenida de Santo Domingo de la Calzada, donde pululan bares de distintas categorías y nada, hice lo mismo en Palas de Rey, identico resultado. Anduve por la Glorieta del Monte del Gozo (supongo que debe su nombre a lo que en algún momento debió ser algo parecido a la Pera del Amor al final de la avenida Salaverry en Magdalena)  donde se sitúan varios restaurantes. El resultado, el mismo.

Noté un supermercado en la avenida del Camino de Santiago, casi con el cruce con Santo Domingo de la Calzada. Nada. Al costado una farmacia. No hay. La estación del metro debe contar con un teléfono público me dije casi como única opción. No tiene. Una hora en este trance me habían convertido en una suerte de moderno Ricardo III bramando esta vez por un teléfono público, así que decidí regresar donde había comenzado, en el edificio con el comunicador lleno de algoritmos indescifrables. 

Llegué nuevamente a mi edificio. Esta vez las cosas pintaba peor pues el portero había desaparecido. Pero, invocación a San Judas Tadeo de por medio, apareció la solución. Llegó con un camión de una empresa de limpieza de alfombras. Así que cuando entraron los hombres para dejar los tapices recién lavados, me colé con ellos. Un vecino piadoso me dio la información que necesitaba y listo dos horas y media después de salir de Lavapiés alcanzaba mi destino. Lo curioso de todo esto es que me encontraba sólo a unos cientos de metros del local principal de Telefónica en Madrid en la Ronda de la Telecomunicación.