Debate servido: Google, Verizon y Web 3.0

Ignoro si los chicos de Google hagan el mal, creo particularmente que no, pero lo cierto es que nunca aburren. Ayer Google y Verizon presentaron al alimón una propuesta (aquí) para mantener la neutralidad de Internet, en la que se muestran en principio opuestos a cualquier tipo de bloqueo o discriminación de contenidos legales en Internet. Con esta iniciativa Google y Verizon pretenden impulsar un diálogo para la implantación definitiva de la legislación sobre la Neutralidad de la Red (Net Neutrality) en los Estados Unidos, en un momento en el que el fuego del caso Comcast todavía no se ha extinguido (El ruido y la furia del caso Comcast (1) y (2)).

Este anuncio conjunto aparece sólo unos días después de que ambas empresas desmintieran un supuesto acuerdo por el que Verizon se comprometía a priorizar los contenidos de Google en sus redes de telecomunicaciones (aquí 1 y 2).

Uno de los aspectos más polémicos de la propuesta es el de reconocer la excepcionalidad, por su intrínseca naturaleza competitiva e innovadora, de la banda ancha inalámbrica. Es así, que echando mano a estas características proponen que la regulación de la Neutralidad de la Red no se extienda inicialmente a la banda ancha inalámbrica.

Las reacciones la propuesta de Google y Verizon no se han hecho esperar. Internet brama, bulle, se escandaliza y en este contexto el New York Times ha abierto rápidamente en su sección de debates un tópico sobre el tema: ¿Quién tiene prioridad en la Web? Los participantes son de lujo, como veremos a continuación.

Tim Wu, profesor de Columbia Law School: «Controlando el comercio y la opinión»

Internet y las comunicaciones están en la misma categoría que la energía, el transporte y las finanzas, porque son el alma del comercio y de la expresión de esta nación. Verizon o Google ubicadas encima de la web, pueden influir sobre qué empresas tendrán éxito o fracasarán, haciendo que los sitios se carguen más rápido, más lentamente o terminen en la página 10 del ranking de resultados.

El mayor peligro de una vía rápida es que cambia por completo la competencia en la red. Si hubiera habido una Internet de nivel 2 en 1995, probablemente, Barnes & Noble habría destruido a Amazon, Microsoft Search habría golpeado a Google y Skype no habría sino empezado. Todos seríamos perdedores.

Lawrence Lessig, profesor de Harvard Law School y director de la Fundación Centro Edmond J. Safra para la Ética: «Otra debacle desregulatoria».

El éxito económico de Internet proviene de su arquitectura. La arquitectura y las fuerzas competitivas que lo aseguran, es lo único interesante en juego en esta batalla por la Neutralidad de la Red. Sin embargo, los asesores económicos de más alto rango en la Casa Blanca no parecen saber lo que eso significa.

Los políticos, utilizan un marco económico establecido en la década de 1980, convencidos de su verdad y demasiado arrogantes para reconocer incluso su ignorancia, permitirán a los propietarios de los «tubos» destruir Internet.

David Gelernter, professor de Yale University: Llámalo «Irracionalidad de la Red».

La neutralidad es una política. A menudo es una mala política. «Neutralidad fiscal», por ejemplo, es gravar cada dólar de ingresos de la misma forma; la «Neutralidad de las Carreteras»: todos los vehículos deben pagar el mismo peaje. El punto fuerte de la Neutralidad de la Red es su nombre.»Neutralidad» suena como el estilo americano. Sin embargo, «red irracional» sería un nombre más preciso para esta idea mal concebida.

Supongamos que una compañía aérea quiere comprar espacio adicional en el aeropuerto local para hacer su check-in más rápido. ¿Debemos decir, «lo siento, pero la neutralidad del aeropuerto exige que American Airlines y Southwest Peoria Air tengan exactamente la misma cantidad de espacio en LaGuardia»?

Edward W. Felten, profesor de la Universidad de Princeton: «»Neutralidad» es difícil de definir».

La cuestión no es si queremos mantener esta Internet neutral abierta, es si a partir de la elaboración de normas el Gobierno nos puede asegurar el resultado que queremos. «Neutralidad» es fácil de imaginar, pero difícil de definir. Los operadores de redes necesitan un margen razonable para gestionar sus redes. No queremos entorpecer sus complejas prácticas de gestión de red neutrales, pero tampoco permitir la discriminación o hacer posible una discriminación sutil envuelta en la jerga de la red.

Jim Harper, director de estudios de política de información del Cato Institute: «Un cautivo de la Industria».

La Comisión Federal de Comunicaciones (Federal Communications Commission – FCC) ha socavado el desarrollo y la inversión mediante su propuesta para regular Internet como solía hacerse con la industria telefónica. En lugar de llevar a cabo la regulación planteada por la industria, la FCC simplemente debería desaparecer. No debe participar en la regulación de Internet, incluso si la industria lo quiere.

Jonathan Zittrain, profesor de Harvard Law School: «Una red impenetrable de peajes».

Esta cuestión se plantea en medio de una economía muy confusa para el movimiento de bits a través de Internet. Con los teléfonos la norma era sencilla: el remitente paga. En Internet es más complicado: tanto emisor y receptor pagan a sus respectivos ISPs.

Google sería capaz de lograr un acuerdo con Verizon para tener un acceso más veloz, dejando a los proveedores de contenidos menos afortunados detrás. Cuando cada ISP puede hablar en nombre de sus suscriptores sin saberlo, en calidad de cobrador de peaje bajo el puente ofreciendo diferentes condiciones de acceso, la economía de la red estará a favor de la consolidación, de los influyentes y adinerados.

En un medio en el que muchos de los gigantes eran advenedizos ayer – eBay, Google, incluso la propia web – sería una parodia congelar la siguiente ronda de innovación por el despliegue de una red impenetrable de contratos y tarifas.

Marvin Ammori, profesor de la Universidad de Nebraska-Lincoln: «Regular al Rockefeller de hoy».

El gobierno puede y debe hacer cumplir la neutralidad de la red. La competencia y el debate democrático en el siglo 21 dependerán de la no discriminación, al igual que la evolución a la web 3.0 ó 4.0.

Las compañías de teléfono y de cable, ahora unidas a Google, están gastando millones para convertir a Internet en un servicio de todo pago. Internet es la infraestructura básica del comercio y las comunicaciones. La discriminación en Internet minará la innovación. Podemos hablar de estas versiones «nuevas» de la web (web 2.0 y 3.0) sólo porque Internet evoluciona rápidamente. No lo hace porque le de prioridad a las compañías telefónicas o de cable, sino más bien porque los usuarios determinan la mejor manera de utilizar Internet.

El pasaporte que nunca llegó

«No mentir sobre el futuro es imposible y uno puede mentir sobre ello a voluntad». Esta frase de Naum Gabo viene a mi memoria cada vez que escucho a alguien profetizar respecto de algo. Este es el caso de la polla (lo que en el Perú es apuesta, lotería) que hizo Lawrence Lessig hace diez años en su más conocido e influyente trabajo – El Código y otras leyes del ciberespacio – cuando profetizaba la inminencia de una «arquitectura general de la confianza». Como suele suceder en estos casos, Lessig se equivocó. Lo cual es lógico, pues si tuviera éxito con regularidad en predecir el futuro estaría jugando a los caballos o comprando a la lotería.     

Leí El Código hace muchos años y no recordaba esta profecía, hasta que revisé un post de Tim Lee en The Technology Liberation Front (Lessig vs. Harper). Es un buen momento para recoger algunas de las ideas de Lee con relación a este tema. 

Lessig vaticinaba que con la «arquitectura general de la confianza» se permitiría a través de un certificado digital la verificación por parte de las autoridades de una serie de datos respecto de los usuarios de Internet como identidad, nacionalidad, sexo, edad o cualquier otra información considerada importante, como en la Rusia de los Zares.  Hasta que esto no ocurriera el comercio electrónico no se desarrollaría plenamente.

Como señala Lee, esto nunca ocurrió y es poco probable vaya a suceder. La firma digital, promocionada casi al mismo tiempo que el libro de Lessig es hoy sólo un instrumeto de seguridad más y en lugar de una identidad digital, las gentes que pululan por Internet detentan varias personalidades, casi una por cada sitio web que visitan. Sin embargo, debemos puntualizar que no reviste ningún mérito listar las predicciones del libro del Lessig – no es la única – y varios años después marcar sus inexactitudes. El trabajo de Lessig es un aporte importante y no por haber dado un pronóstico aparentemente equivocado pierde validez.

Jim Harper nos señala en su trabajo Crisis de Identidad (Identity Crisis), menos conocido por estos lares, algunas de las razones por las que el vaticinio de Lessig podía estar equivocado. Harper, explica -siguiendo el post de Lee – que la identidad no sólo debe evaluarse a través de las complejas técnicas de indentificación sino por los beneficios que representa romper estos mecanismos.

Un sistema único y monolítico no es una buena idea, en la medida que se convierte en un objetivo irresistible para los malhechores. En cambio, son preferibles una serie de identificadores con distintos niveles de seguridad, adaptados a la sensibilidad de los sistemas que controlan el acceso. 

Como señala Lee la seguridad en línea no es sólo un aspecto tecnológico. Por ejemplo si alguien realiza una compra en línea con una tarjeta de crédito robada tiene que dar un sitio físico para su entrega, esta ubicación será utilizada posteriormente por la policía para capturarlo. El objetivo, no debe ser el máximo nivel de seguridad en las transacciones electrónicas, sino aumentar la seguridad hasta el punto que el costo marginal de la seguridad compense la reducción de los fraudes.

Esta es la razón por la que las personas realizan muchas transacciones de poco valor por Internet y reserva para aquellas con un mayor valor mecanismos presenciales que le brindan una mayor seguridad.