Abogado 2.0

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Hace unos días un amigo me alcanzó este artículo de Arturo Goga titulado Habilidades 2.0. Lista de Aptitudes para todo profesional moderno en el que se destacaban algunas habilidades vinculadas con Internet y las nuevas tecnologías que todo profesional debía tener en estas épocas para poder, digamos, sobrevivir decentemente. Este artículo es un resumen de éste publicado por El Caparazón, un blog sobre tecnología y educación que a su vez cita este otro artículo (Technology Skills We Should Be Teaching in College). En todos estos artículos se destaca la importancia de la incorporación de las nuevas tecnologías así como su uso productivo en la enseñanza y el desarrollo profesional en esta nueva era.

A propósito de este artículo estuve reflexionando acerca de su aplicación en el mundo del derecho y lo compartí con diversos colegas para conocer (i) sus apreciaciones sobre el tema y (ii) cuantas de estas habilidades dominaban. La respuesta fue, salvo en el caso de dos Blawyers, de desconocimiento, escepticismo e, incluso, sarcasmo. -“¿Para qué necesito twitter?” -“¿Que es un RSS?” -“¿Incrustar qué?” -“Eso es para los que les sobra el tiempo”.

Pero, veamos, ¿es importante para un profesional del derecho tener habilidades digitales? Creo que sí, por una simple razón: el ritmo de las transacciones comerciales y legales es cada vez más vertiginoso. Antes, uno podía tomarse el tiempo del mundo en escribir un memorandum y enviarlo para que llegue a la otra parte dos días después y que la respuesta que necesito llegue a mi bandeja luego de una semana. Ahora no. Antes, uno podía tomarse el tiempo del mundo para buscar información en su hermosa y voluminosa biblioteca, revisando detalladamente toda la doctrina nacional y extranjera. Ahora no. Antes uno estaba obligado a manejar toneladas de papel y archivar cuidadosamente cada hoja de trabajo en imponentes archivos. Ahora no. Antes uno tenía pocos medios de comunicación con sus clientes y colegas así que era fácil no ser ubicado por clientes o colegas o perder el tiempo tratando de ubicarlos. Ahora no.

Hoy es VITAL manejar todos los medios de comunicación a nuestro alcance, tener acceso a la mayor cantidad de información de la manera más simple y rápida, estar a disposición de clientes y colegas de una manera eficiente y oportuna, es decir, ser accesible, productivo y eficiente en todo momento.

Por ello, en un mundo interconectado y que avanza cada vez mas rápido, el profesional que no es capaz de manejar su accesibilidad, productividad y eficiencia al ritmo que hoy se exige esta destinado a la extinción. Así, el manejo de herramientas informáticas o, como decimos en la parte introductoria, el contar con habilidades digitales será de vital importancia para ser cada vez mejores profesionales.

En resumen, en los próximos días, debemos dedicarnos a aprehender, cultivar o mejorar las siguientes habilidades:

1. Manejar cuestiones esenciales en la web (uso de hipervínculos, páginas personalizadas, URL shorteners, documentos colaborativos).

2. Gestionar y organizar mi trabajo (Uso de agendas, lectores RSS, reuniones virtuales, agregadores de comunicación, webinars).

3. Usar de manera efectiva distintos medios de comunicación (E-mail, Twitter, Wave, Redes Sociales).

4. Saber encontrar y gestionar información (Marcadores web, motores de búsqueda alternativos, Wikipedia, alertas de información).

5. Conocer lo esencial acerca de privacidad y derechos de autor (Creative Commons, limitaciones a la copia, administrar nombres de usuario y contraseñas, configurar privacidad de servicios, Cookies, Datamining).

6. Saber hacer presentaciones efectivas (Longitud apropiada, buen diseño, hipervinculos, uso de imágenes y videos, captura de audios o videos en internet). Cómo (y cuándo) usar una lupa virtual en las presentaciones.

7. Usar mecanismos alternativos de aprendizaje (Mapas mentales, blogs).

Un mundo sin abogados

La principal ventaja de un blog es la libertad, autonomía que permite escribir casi de cualquier cosa y sin muchas ataduras. Es lógico, el blog es mío (bueno, en este caso en realidad nuestro) y a ver quién nos pone cortapisas. En este contexto, buceando en Internet, fui hacia la reseña de un libro del que no había tomado nota todavía: The End of Lawyers? Rethinking the Nature of Legal Services de Richard Susskind.

Es conocido que el avance tecnológico hizo desaparecer algunas profesiones. La revolución industrial y la vida urbana trajo abajo una serie de oficios antiguos, como el de los cereros, curtidores, toneleros o cordeleros. Sin embargo, estas actividades no desaparecieron por falta de necesidades pues la sociedad siguió demandando luz, recipientes, ropa y cuerdas. Desaparecieron porque alguien hizo lo mismo mejor.

De acuerdo con Susskind los abogados tal como hoy los conocemos, estarían también enfrentándose a la extinción o al menos al borde de una transformación trascendental.

Los clientes están bajo una importante presión para reducir los gastos en abogados. Al mismo tiempo, tienen más trabajo legal que nunca y un mayor riesgo. El reto de la profesión es ofrecer más servicios a un menor costo.

Los servicios jurídicos están evolucionando de un producto altamente personalizado hasta convertirse en una mercancía (comoditización). Como parte de esta evolución, la labor jurídica desagrega sus tareas y muchas de éstas pueden ser estandarizadas y sistematizadas. Las labores legales pueden hoy dividirse en componentes de la misma manera que se fabrica un automóvil. Algunos componentes serán subcontratados, otros tercerizados o también reasignados.

Los abogados, como el resto de la humanidad, hacen frente a la amenaza de la disintermediación por sistemas inteligentes. Si la tecnología está en el corazón de nuestra sociedad no existe ninguna razón para pensar que el mundo jurídico estará libre de ella. La tecnología puede modificar las formas de trabajo de los abogados. Ejemplos de estas tecnologías, que Susskind llama perturbadoras emergentes, ya están desarrolladas e incluye a las comunidades en línea para compartir conocimientos jurídicos, solución de controversias en línea, la incorporación de conocimientos jurídicos en los sistemas de negocios y mercados jurídicos electrónicos.

Como en otros sectores, si los abogados quieren sobrevivir, deben centrarse en la re-intermediación; es decir, encontrar la forma de reinsertarse en la cadena de suministro. Esto llevará, a lo que Susskind  llama “híbridos legales”: individuos con una experiencia multidisciplinaria, cuyo entrenamiento en leyes se habrá desarrollado a partir de un aprendizaje formal en otras disciplinas.

Interesante punto de vista, pero no es la primera vez que se pronostica o declara la muerte de los abogados. En los albores de la castellanización de estas tierras una Real Cédula de 1529 «(…) mandó que de agora en adelante quanto nuestra merced y voluntad fuere no haya en la dicha tierra los letrados ni procuradores«.  Ya sabemos cómo se aplicó. El proceso de sistematización de las fuentes legales en códigos, se creía que iba a lograr una disminución de la importancia de los abogados. Sin embargo, su impronta social no ha hecho más que crecer.

Son varias las razones que justificarían la existencia de los abogados. En principio pareciera que el sistema legal occidental genera un gran índice de litigiosidad y con ello la colaboración de una persona experta que facilite la tarea de luchar en los tribunales. La otra, es la enorme abundancia y complejidad de las distintas regulaciones que genera el Estado moderno, donde es difícil transitar sin la luz de un iniciado, que es precisamente un abogado.

Es cierto, como señala Susskind, que los abogados son cada vez más caros, sobre todo aquellos que atienden a algunos sectores de la economía, sin embargo, su análisis podría contener algunos errores. Si bien existen sistemas y tecnologías de la información en el mercado, los que más destreza están teniendo en aprovecharlos son precisamente las grandes corporaciones legales. Por otro lado la economía no es estática, si los precios de los servicios suben es porque el mercado presiona en esa dirección, en la medida que no existe todavía un sustituto razonable al abogado tradicional. Si las tecnologías de la información proponen alternativas razonables al servicio jurídico tradicional, es lógico que también funcionen como un regulador del precio y presionen a la baja sobre los costos de los servicios legales. Si en este contexto, los servicios legales tradicionales reducen sus tarifas no es tan evidente que el escenario desolador que adivina Susskind se vaya a producir.

Algunos extractos del trabajo de Susskind pueden encontrarse en TimesOnline.