en Entertainment & Media Law, Estados Unidos

De Kirchneristán a Perusalem: Madeinusa (iii)

Existen algunas falsedades que de tanto repetirse uno termina por creerselas. Pero como ya lo decía Anatole France «sin mentiras la humanidad moriría de desesperación y aburrimiento».  Más de lo segundo que de lo primero, que la desesperación mate no estoy tan seguro, pero el aburrimiento no cabe duda que mata. Una de estas inexactitudes es la referida a que el cine de los Estados Unidos no recibe subvenciones. No lo hace ciertamente a la usanza europea o sudamericana, con su entramado de instituciones pública, dependencia de los presupuestos del Estado y espesas referencias intelectuales a la tan mentada excepción cultural, pero que está subvencionado sí que lo está.

En los Estados Unidos parece haberse desatado una verdadera carrera entre sus diversos Estados para ver quién es el que más beneficios fiscales otorga al cine en un claro intento de arrebatar protagonismo a Hollywood.

Adam Thierer (Film Industry Tax Incentive Race to the Bottom Continues) señala que en el 2013 sólo dos películas con presupuestos de producción superiores a los 100 millones de dólares se filmaron en Los Angeles. Gracias a esta carrera estatal de subvenciones el número de días de producción en Los Angeles, que alcanzó su cima en 1996, se ha contraído considerablemente el año pasado, hasta situarse en el orden de un 50 por ciento. Como natural correlato de este hecho, cerca de 120 mil californianos trabajaban en la industria en el 2012, frente a los 136 mil que lo hacían en el 2004.

Esta migración se ha producido en gran parte debido a que California compite hoy con los incentivos fiscales desarrollados por más de 40 Estados para atraer a las producciones que otrora se realizaban de forma natural en Hollywood. Cabe destacar que hace poco más de 10 años (en el 2002), sólo cinco estados ofrecían incentivos para la producción de películas.

Estos incentivos, sin incluir las transferencias presupuestarias directas a los productores, abarcan un gran abanico de políticas, que van desde créditos fiscales, exenciones de impuesto a las ventas, reembolsos, subsidios indirectos y tasas reducidas para el alojamiento por localización de los equipos de filmación.

El mismo Thierer en un post escrito el año 2012 (State Film Industry Incentives: A Growing Cronyism Fiasco), nos advierte que en el año 2010, la industria cinematográfica americana recibió de estos programas unos US$ 1,500 millones en compromisos financieros. Así empiezan a surgir los Oscar subvencionados. De las nueve cintas que fueron nominadas a mejor película en los premios de la Academia en el 2012, ocho de ellas habían recibido según Will Wilson (Oscar Night Secret: Tax Breaks for Films Go Undisclosed in Many States) reembolsos, créditos fiscales y subsidios por parte de los gobiernos estatales. ((The Help de Tate Taylor recibió un reembolso de gastos por parte de Mississippi de más de US$ 3 millones, El Árbol de la Vida de Terrence Malick cerca de US$ medio millón de Texas, Moneyball de Bennett Miller recibió casi US$ 6 millones de California, Caballo de guerra de Steven Spielberg, Tan fuerte y tan cerca de Stephen Daldry, Medianoche en París de Woody Allen, La invención de Hugo Cabret de Martin Scorsese y Los Descendientes de Alexander Payne recibieron créditos fiscales por filmar fuera de California; recientemente, Lincoln de Steven Spielberg recibió US$ 3 millones y medio en incentivos fiscales por parte de la Oficina de Cine de Virginia.))

Son tres las razones por las que la mayoría de los Estados vendrían destinando, directa o indirectamente, dinero público para que se filmen películas en sus localidades. En primer lugar se señala que los gobiernos estatales estarían otorgando estos incentivos con la esperanza de crear puestos de trabajo locales. Por otro lado, también se señala que estas medidas incentivan las inversiones en industrias cinematográficas locales. Finalmente, pareciera que algunos gobiernos tratan de crear una nuevo Hollywood con los réditos políticos que este hecho generaría.

Sin embargo, Robert Tannenwald en un estudio de hace algunos años (State Film Subsidies: Not Much Bang For Too Many Bucks) cuestiona los supuestos beneficios generados por estas políticas fiscales. Para Tannenwald difícilmente los subsidios a la filmación de películas dará sus frutos generando una industria de larga duración. Esta estrategia es dudosa incluso en Louisiana y Nuevo México ((Siguiendo el ejemplo de las provincias de Canadá y del gobierno nacional de dicho país Louisiana y Nuevo México ofrecen a los productores créditos contra impuestos, lo que equivale al reembolso de un porcentaje de los costos incurridos por rodar películas dentro de las fronteras estatales.)) -los dos estados considerados como ejemplos exitosos de fomento de la industria cinematográfica- pues dadas las características económicas intrínsecas de esta industria resulta muy difícil que la producción se arraigue, pues el rodaje de cintas se suspende cuando los subsidios desaparecen.

No es con el número de cintas rodadas al año, el baremo con el que hay que medir el éxito de estas iniciativas. El mérito de las subvenciones como instrumento de desarrollo económico a largo plazo debe basarse en la medida que generen empleos estables e ingresos para los habitantes de una manera efectiva. En dicho sentido, la mayoría de estudios muestra que los costos superarían con creces los beneficios fiscales incurridos por la Administración.

Para Tannenwald el único estudio independiente serio que evalúa adecuadamente la política de subvención de películas se llevó a cabo por el Departamento de Ingresos de Massachusetts. ((Navjeet K. Bal, A Report on the Massachusetts Film Tax Incentives, Commonwealth of Massachusetts, Department of Revenue, July 2009.)) En dicho documento se señala que en el año 2008, Massachusetts gastó US$ 88 mil dólares por cada nuevo puesto de trabajo creado. Cada dólar que el estado gastó en la promoción audiovisual generó menos de US$ 69 centavos de dólar en ingresos. Los estudios independientes respecto de las subvenciones en otros estados tienen costos financieros estimados similares, que van desde US$ 0,72 a US$ 0,93 por dólar de subvención concedida.

Tal como van las cosas y como el mismo Thierer señala en su último artículo, no pasará mucho tiempo antes de que algún Estado desarrolle la idea del pago directo a los productores de cine para instalarse en su área.

En la imagen: La ley del silencio (1954) de Elia Kazan.

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Comentario

  1. Analizar la estructura del cine norteamericano en el medio cinematográfico local, ya sea desde un gremio o la crítica, tiene supuestamente un sesgo porque en teoría ya existe una visión predeterminada y antagónica, aunque no necesariamente sea así. Pero Antonio Rodríguez no es cineasta, y contribuye a desmitificar que el cine norteamericano simboliza la más estricta apuesta privada, exitosa conocedora y exploradora del mercado, y que no necesita ayudas o estímulos estatales, que a su vez, en esa lógica reduccionista que el autor no suscribe, terminarían siendo patrimonio sólo de las cinematografías menos desarrolladas, las que acaso «no han aprendido las leyes del mercado» y competir en él. «Una de estas inexactitudes es el referido a que el cine de los Estados Unidos no tiene subvenciones», indica.
    Efectivamente, la procedencia fiscal y los procedimientos son diferentes a los de América Latina y el resto del mundo, pero todas las cinematografías, incluida la estadounidense, necesitan apoyos financieros para apuntalar su desarrollo, logrando la mayor continuidad, calidad y rentabilidad posible. Y ese fomento se da porque los gobiernos, ya sea nacionales, federales, regionales o locales, entienden que el cine es una actividad emblemática que aporta a la identidad cultural y el desarrollo socioeconómico de su jurisdicción. Es decir, las poderosas naves de Hollywood que pueblan las carteleras de todo el mundo, incluida la peruana, no son productos exclusivamente elaborados por dinero privado, sino que llevan en sí mismos una apuesta también de gestión de gobierno. Y en eso ha estado involucrado Arnold Schwarzenegger, que en su periodo como gobernador de California, creó un importante programa de estímulos para rodajes de producciones de cine y TV en ese Estado y así dejar de perder empleos y recursos porque se iban, y se siguen yendo, a otras zonas de Estados Unidos e incluso al extranjero.
    Además de las películas mencionadas en el artículo, puede señalarse también, entre muchas otras, «The Social Network», la película sobre el fenómeno de Facebook, nada menos, que fue una de las más importantes de Hollywood en el 2010, nominada a varios Oscars, incluidas las categorías principales.
    Saludos.